La columna de opinión de Moisés Wasserman del pasado 15 de julio recrea la triste caricatura del científico encerrado en su laboratorio, que le funciona además como burbuja para mantenerse aislado del mundo. Le da lo mismo en dónde se localiza, o cómo se paguen los gastos de funcionamiento, pues desde que esté cómodo en su mundillo no hay que hacerse preguntas por el afuera. La columna de Wasserman es un intento de ponerle un parche a un pequeñísimo orificio que se le abrió a su burbuja y por el que se coló el documento de Política para la Ciencia y la Tecnología, dice él, del Pacto Histórico.
El texto que cuestiona Wasserman no habla de problemas de la ciencia, es decir, no cuestiona la mecánica cuántica como teoría para explicar el mundo microscópico o la biología molecular como teoría para entender la bioquímica de la vida, no cuestiona los elementos de verdad que hacen que el conocimiento científico tenga un cierto poder de predicción y explicación del mundo. El texto habla de problemas sobre la política científica, es decir, sobre la forma como el conocimiento científico se produce, se financia y se comparte. El texto nos pone frente a la pregunta fundamental que los científicos estamos acostumbrados a esquivar, ¿ciencia para qué? Tal vez algo positivo de esa columna sea obligarnos a asumir la mayoría de edad científica y responsabilizarnos de esta pregunta.
La ciencia es un constructo social que carece de ese halo inmaculado que Wasserman le quiere endosar. Lo que se constituye como verdad científica está sujeto a múltiples negociaciones que pasan por lo discursivo, lo político y lo económico. Se equivoca Wasserman al afirmar que la ciencia progresa únicamente mediante los retos de la realidad y la experimentación. Con esas palabras, nos ofrece una forma de hacer ciencia que no ocurre ni ha ocurrido. Para citar un par de ejemplos cercanos a la física, ¿Cómo habría evolucionado la teoría atómica si el atomicismo de Demócrito hubiera triunfado sobre la concepción Socrática de la materia? Tal vez habríamos desarrollado la tecnología cuántica antes que la tecnología de los semiconductores. ¿Qué habría ocurrido en el mundo si el proyecto Manhattan no hubiera reclutado suficiente personal científico para desarrollar la bomba atómica? Tal vez hoy tendríamos otro sistema económico mundial y otros actores en escena. Acabamos de ver como en tiempo récord se produjo la vacuna para el COVID-19, y al mismo tiempo, como ese conocimiento no fue usado de la misma manera por los distintos gobiernos, digamos la China comunista, los Estados Unidos capitalistas y el Irán islamista, solo por mencionar los mismos países de los que habla Wasserman en su columna.
Estamos en un momento de madurez académica y científica en donde desvincular el conocimiento científico de su propósito es ingenuo e irresponsable. Una ciencia que no se cuestiona, es por lo menos inútil, reduccionista y retrógrada. Una ciencia que no se reconoce en su saber incompleto vadea en un océano viscoso. Una ciencia que se siente posesión exclusiva de los científicos y no del mundo no tiene mucho sentido. Por un lado pierde la posibilidad de crecer incorporando otros saberes que se sistematizan de formas diferentes a las occidentalizadas. Por otro lado, mientras se enredada a sí misma en la vanidad de los rankings, es materializada y aprovechada por la técnica y el capital. Y así moleste a algunos, la realidad de nuestro terruño es que el desarrollo tecnológico se quedó rezagado por el modelo extractivista al que viró el país después de los tratados de libre comercio. Vivimos un escenario de contradicciones, tenemos científicos altamente cualificados en todos los temas que dominan el estado del arte de la ciencia, pero no tenemos tecnología suficiente para producir de manera autónoma un láser, un engranaje de alta precisión o una vacuna para el COVID. Claro que la investigación que hacemos es útil y pertinente y resiste al incluir el nombre de Colombia en el ámbito internacional, pero no estamos recibiendo de manera proporcional los beneficios de esa ciencia, al menos no directamente, pues no tenemos una industria con capacidad de absorber y potenciar el conocimiento científico que se produce. Este escenario de la ciencia es más o menos el mismo de otros aspectos fundamentales del desarrollo del país como el de la educación, los servicios ecosistémicos y la soberanía alimentaria, entre otros.
¿Por qué envilecer el conocimiento científico impidiéndole un objetivo de bien común?, ¿acaso la ciencia no puede procurar el bienestar y el buen vivir?, ¿por qué no podemos insistir en una ciencia para el cuidado en lugar de una ciencia para la dominación? Este es un debate que se adeuda en la ciencia colombiana y si el gobierno entrante quiere pensar en un política seria de ciencia y tecnología, podríamos tener una oportunidad histórica de crecer a la altura del esfuerzo de la comunidad científica y de construir en verdad, la ciencia colombiana del siglo XXI con la tecnología del siglo XXI, acompañada de instrumentos de medida que capturen la realidad, la heterogeneidad y la variabilidad de nuestra ciencia y sus actores, para darle el valor que merece en nuestra sociedad, la financiación y la proyección a futuro.
Me dejaron de interesar las columnas de Wasserman desde que me producen más frustración que otra cosa, y no tengo baja tolerancia a la frustración. Sin embargo, esta columna me llegó de tantos lados diversos que no me pude hacer de la vista gorda. El sentimiento que me produjo fue el mismo, y el desconcierto de tal grado que terminé escribiendo estas líneas con la esperanza de que estas palabras agrieten alguna burbuja.
Escrita por Isabel Cristina Hoyos Rincón
Una carta del 18 de julio de 2022, firmada por 10 científicos colombianos aclara y responde por el
origen del documento en cuestión. El documento se puede consultar en:
https://www.scribd.com/document/582145175/SISTEMA-NACIONAL-DE-CIENCIA-TECNOLOGIA-E-INNOVACION-SNCTI-PARA-EL-BUEN-VIVIR-EL-VIVIR-SABROSO-Y-EL-EJERCICIO-EFECTIVO-DE-UNA-DEMOCRACIA-MULTICOLOR#download
Columna de Moisés Wasserman:
Otras respuestas a la columna de Moisés Wasserman:
https://www.clacso.org/breve-respuesta-al-profesor-moises-wasserman/
https://www.clacso.org/en/colombia-potencia-mundial-de-la-vida/
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